Sólo en un paraíso el hombre no precisa tener conciencia de sí mismo. No obstante, desde el momento en que el ser humano no está solo nace
necesariamente la conciencia de sí mismo y de ahí se nace a la vida
terrenal. En el sencillo acto de mirarnos en otro se nace al mundo, con todo lo bueno y lo malo. El que busca
paraísos compartidos, es decir, en sociedad, en este mundo, se equivoca y no sólo eso, si trata de imponer su idea a los demás nos llevará
necesariamente a privarnos de nuestra libertad porque niega (nos niega) nuestra propia esencia humana.