Lo sabían los griegos. El príncipe Paris no tenía elección: ni la sabiduría (Atenea), ni el dominio del mundo (Hera) pueden nada frente a la fuerza conquistadora del principio unitivo hombre-mujer, macho-hembra. El que tenga oídos para oir, que oiga, el que no que naufrague. Venus es inmortal.